Integrante de las 62 Organizaciones Peronistas

995178_516403605120453_1629454279_nDiscurso insertado por nuestro referente y diputado nacional Facundo Moyano en la 9ª sesión ordinaria de la Cámara de Diputado de la Nación donde se trató el Presupuesto 2014.

“Gracias señor presidente.

Ante todo quiero resaltar la rapidez del trámite con la que se ha llevado adelante el “debate” sobre el Presupuesto 2014. El proyecto de ley llegó el mismo día en que la comisión le dio su aprobación. Una vez más el Gobierno cierra espacios para el diálogo y la discusión, negando la participación en la definición de las prioridades para el año próximo.

Creo que el principal problema que se presenta de cara al 2014 es el que se refiere a la expectativa inflacionaria. Si bien todos los años la estimación es cercana a la que mide el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), que nadie se toma demasiado en serio, algunos esperábamos que en esta oportunidad la discusión sea más permeable a la participación en la toma de decisiones, por algunas señales de agotamiento de nuestra economía.

Sucede que en el último tiempo la realidad política ha soslayado de una manera preocupante cuestiones fácticas de la realidad económica. El discurso va por un lado y los resultados por otro. La economía debe estar subordinada a la política y reconozco que eso es un logro que comenzó en el 2003, pero lo que aprendí en mi poca experiencia como sindicalista es que no se puede ocultar la administración económica con la ideología. Hay una frase de Rodolfo Walsh que muestra con fuerza este concepto y que dice: “Esto es reaccionario: anular con una opinión hechos de la realidad”. Si entre tanta opinión, olvidamos que la Política se sustenta en decisiones que condicionan realidades, cuando se suceden tragedias como la de Once nos sorprendemos y en lugar de reclamarle al Estado, buscamos un chivo expiatorio. Cuando Juan Domingo Perón decía que la única verdad es la realidad se refería a eso, porque cuando creemos que la falta de “gestión” se tapa con discursos, lo que escondemos es que las consecuencias siempre las pagan los más humildes. La construcción política y sobre todo la inteligente capacidad de ejecución es condición necesaria si queremos cambiar la realidad. Las convicciones, el idealismo y el voluntarismo tienen que estar, pero cuando empezamos a creer que alcanza sólo con eso, nos estamos alejando del pueblo.

El 25 de mayo del 2003 el ex presidente Néstor Kirchner decía en este recinto: “El equilibrio de las cuentas públicas tanto de la Nación como de las Provincias es fundamental. El país no puede continuar cubriendo déficit por la vía del endeudamiento permanente, ni puede recurrir a la emisión de moneda sin control, haciendo correr riesgos inflacionarios que siempre terminan afectando a los sectores de menos ingresos”.

En los últimos dos años nos quedamos sin equilibrio de las cuentas públicas, sin desendeudamiento y con una disminución de crecimiento que arrastra un círculo vicioso que hace que la inflación deje de contener puja distributiva y sólo esconda un ajuste de salarios. Podemos hacer de cuenta que el crecimiento del gasto y la emisión no son un problema, pero más temprano que tarde van a ser los mismos de siempre los que paguen las consecuencias. Recuerdo que en el 2001 muchos criticaban a la CGT disidente porque decía que había que llevar adelante una devaluación ordenada para reactivar la industria y frenar el crecimiento del desempleo. En ese momento se evitó el debate, vino Duhalde y los únicos activos que se devaluaron fueron los salarios, mientras que se licuaron las deudas de las grandes empresas y se montó el mismo esquema de subsidios que aún hoy persiste en las empresas concesionadas y entre cuyos resultados se encuentran las víctimas de la tragedia de Once.

El exceso de voluntarismo en economía es nocivo. En la medida en que la política no va acompañada de instrumentos económicos para la regulación del mercado, no tiene sentido especular con que se revertirán los indicadores sociales, porque la pobreza no se resuelve con políticas sociales sino con políticas económicas. Si no se los acompañan con gestión el cepo no resuelve la falta de dólares y la nacionalización de YPF tampoco el déficit energético. No se trata de declamar el patriotismo, sino de saber administrar el producto del esfuerzo de los argentinos.

Quiero destacar algunos indicadores económicos que en mi opinión deberían haber llevado a otra articulación del Presupuesto y que están relacionados a las variables que han caracterizado al “modelo”.

Según el informe del Secretario de Finanzas Hernán Cosentino por primera vez desde 2002 aumentó la proporción de la deuda en relación al PBI. En el 2012 esa relación era del 41.8% respecto del producto y actualmente es del 44.9%, creciendo 3 puntos.

En el último informe del Banco Central de la República Argentina se desprende que entre enero y junio se vendieron 5.422 millones de dólares en viajes al exterior como consecuencia directa del cepo cambiario. Si le restamos lo que ingresó al país por turismo nos da un déficit de 4.516 millones de dólares en tan solo 6 meses. Ese rojo explica el 75% de la caída de las reservas en el primer semestre del año y ha sido más perjudicial para los argentinos que todas las corridas cambiarias a las que el gobierno suele acusar de destituyentes y golpistas. Repito, la mayor caída de las reservas de los últimos años se explica por una mala decisión administrativa tomada por el Poder Ejecutivo.

Recuerdo que el Cepo fue explicado por la titular del BCRA Mercedes Marcó del Pont porque era preferible antes que aceptar una “variación brusca del tipo de cambio” o “financiar la fuga de capitales con endeudamiento externo”. Hoy la devaluación, récord en julio de este año, y el endeudamiento no paran de crecer, para no hablar de las tasas usurarias a las que se están sometiendo las provincias con problemas fiscales como la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la provincia de Buenos Aires, Mendoza o Santa Cruz.

Se tomaron decisiones para evitar la devaluación y el endeudamiento y hoy no sólo tenemos ambos problemas sino que el Cepo y el gasto funcionan como una bomba de tiempo sobre el poder adquisitivo de los salarios.

La falta de planificación y el grado de improvisación deja al relato como un esfuerzo inútil por ocultar el deterioro de la economía. Uno de sus últimos capítulos ha sido el blanqueo, que dejó en evidencia lo inútil de un ideologismo que atacaba al dólar y lo único que hizo fue aumentar el patrimonio de los grandes jugadores que apostaron al billete verde, en desmedro de la mayoría de la población.

Recuerdo las cosas que me dijeron cuando sostuve en un programa de televisión que la organización gremial a la que pertenezco adquiría divisas para comprar un edificio propio. Pasamos de un discurso ideologizado y mentiroso que llamaba a la pesificación, a un pragmatismo brutal que nos llevó a tener que votar en esta misma Cámara una ley de blanqueo que beneficia a quienes evadieron. Más allá del rotundo fracaso de esta medida, que hasta se anunció como solución al déficit energético, quiero apuntar a la incoherencia, a la contradicción, pero sobre todo al grado de improvisación al que se arrastra a los trabajadores argentinos.

El 3 de julio del 2011 escribía Alfredo Zaiat en Página 12 que la tendencia a la apreciación del peso por el alza de los precios internacionales de los commodities era compensada en parte por la persistente fuga de capitales sobre la que el Estado se hacía el zonzo para no apreciar el peso. Según sus números la fuga récord de nuestra historia fue de poco menos de 79.000 millones entre el 2007 y el 2011. A pesar de los enormes subsidios y las fabulosas condiciones que tienen los empresarios industriales, el sector financiero y el agro, la inversión siempre fue poca y por eso la generación del empleo se estancó a partir del 2007. Esa fuga record, que no es otra cosa que el ahorro de los argentinos, se fue al exterior en lugar de ir a la generación de empleo. Y no podemos solo echarle la culpa sólo a la “burguesía nacional” que siempre tuvo un pensamiento cortoplacista, sin ver que es el Estado el que no generó el contexto adecuado que los condicione y obligue a invertir.

Tenemos como ejemplo un país vecino como Brasil, donde su burguesía se ha trasformado en multinacional al calor de políticas de Estado. Dudo que los empresarios brasileros sean más solidarios o socialistas que los argentinos. La diferencia es que en Brasil el Estado condiciona las políticas de inversión. No regala ganancias, como en su momento acá se le regaló a un banquero el 24% de las acciones de YPF y se le permitió a Repsol fugar sus dividendos en lugar de invertir.

Por último, Señor Presidente, quiero resaltar que si bien la situación económica no es la que tuvimos en años anteriores, aún la Argentina tiene grandes posibilidades si se toman las decisiones correctas. Necesitamos responsabilidad y compromiso de toda su dirigencia para que la transición hacia el 2015 nos permita volver al crecimiento y a la puja distributiva.

Creo que la elaboración del presupuesto era una buena oportunidad para llevar adelante este desafío. En los datos de crecimiento y gasto estimados no veo la forma en que el gobierno pretende abordar la inversión, competitividad e inflación. No sólo no se abrieron espacios de participación, sino que esta votación parece un tomo más del relato que el gobierno ofrece como única respuesta para hacer frente a la fría realidad que muestra el desempeño económico de los últimos años que le han quitado fortaleza y previsibilidad a nuestra economía.

Espero que hacia adelante la situación política tome el carril donde podamos discutir los temas que preocupan a los argentinos con la suficiente humildad como para aceptar errores y aciertos de cada una de las partes.

Muchas gracias.”

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