Integrante de las 62 Organizaciones Peronistas

Saludo-Moyano-Barrionuevo-PEPE-MATEOS_CLAIMA20140321_0079_14[1]Los líderes de la CGT Azopardo y Azul y Blanca celebraron la “contundencia” de la medida de fuerza y ratificaron una movilización a los ministerios de Trabajo y Economía en septiembre.

El titular de la CGT Azopardo, Hugo Moyano, afirmó que el paro “tuvo una contundencia muy importante” y aseguró que el acatamiento fue superior al “80, 85 y 90 por ciento”, pese a que denunció que “el Gobierno utilizó todo el aparato estatal para impedir o debilitar esta jornada”.

“Son muy altos los porcentajes de adhesión. En Capital había muchos vehículos, entre ellos colectivos, remises o taxis, pero estaban vacíos, con muy pocas personas viajando. Eso demuestra que la adhesión que tuvo el paro fue voluntaria de la gente, por más que haya tenido medios de transporte”, resaltó Moyano en conferencia de prensa acompañado por Luis Barrionuevo y los principales dirigentes opositores.

En la sede de la CGT de Azopardo al 800, el referente del gremio de Camioneros subrayó: “Nos sentimos satisfechos porque hemos interpretado la voluntad de la gente”, al tiempo que volvió a reclamarle a la presidenta Cristina Kirchner que “dé algún tipo de respuesta” a los reclamos sindicales y advirtió que en caso contrario van a “profundizar el plan del lucha”.

En tanto, el titular de la CGT Azul y Blanca, Luis Barrionuevo, confirmó que “en septiembre vamos a movilizarnos a los ministerios de Trabajo y de Economía para pedir la reapertura de paritarias porque los aumentos que firmamos ya no sirven”.

De esta forma, el sindicalismo saldrá a presionar por aumentos adicionales para paliar el alza del costo de vida que -argumentan- ya se comió los porcentajes de incrementos firmados meses atrás, pese a que la semana pasada el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, aseguró que no se convalidará este pedido, al considerar que desde la última paritaria hubo “una recuperación del poder adquisitivo” del 1,9 por ciento.

Resumen

Como suele ocurrir, el éxito o no del tercer paro general contra el Gobierno, que se realizó, fue motivo de discusión entre el oficialismo y los sectores sindicales que lo organizaron. Si bien el hecho de que los gremios del transporte automotor de pasajeros no adhirieran a la medida de fuerza le quitó la contundencia de la huelga del 10 de abril último, también es cierto que tanto el tráfico como la presencia de la gente en las calles fueron sensiblemente inferiores a lo habitual en el área metropolitana.

Ninguna duda cabe de la legitimidad de la mayoría de los reclamos de la CGT, que dirige Hugo Moyano. ¿Qué ciudadano no considera necesaria y urgente la lucha contra el creciente desempleo y la imparable inflación, y también una readecuación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias sobre los salarios? Es innegable la responsabilidad del Gobierno en la actual recesión que va deteriorando a paso acelerado la actividad económica y el consumo, al tiempo que achica día tras día el mercado laboral, mientras el incremento del costo de vida devora los salarios.

El impuesto a las ganancias se ha convertido en uno de los brazos de la tenaza que destruye el salario. El otro brazo es la inflación, que ya roza el 40 por ciento anual. El Gobierno se niega a resolver el problema del mínimo no imponible de manera definitiva. Sólo acepta, cuando acepta, hacer pequeños retoques que la inflación se encarga de borrar en muy poco tiempo. El impuesto a las ganancias ocupa el tercer lugar en el ranking de los gravámenes más pródigos para las arcas del Tesoro nacional. Está después del IVA y de la Seguridad Social. El IVA, que es un impuesto generalizado, recauda 350.000 millones de pesos. El impuesto a las ganancias cosecha 250.000 millones de pesos. La magnitud de la recaudación explica de manera incomparable el enorme universo de trabajadores comprendido por el “impuesto al trabajo”, como lo llama Hugo Moyano.

Es ciertamente hipócrita la tesis de que ese impuesto es imprescindible para financiar los subsidios para los desocupados o los marginados del sistema económico. Resulta que son los trabajadores los que deberían hacer un sacrificio que el Gobierno no está dispuesto a hacer. Jamás existió en la administración cristinista la más elemental intención de bajar el excesivo gasto público. Hay déficit fiscal y no hay financiamiento. ¿A qué magia recurre el Gobierno para cubrir la brecha entre lo que recauda y lo que gasta? No hay magia. La deuda del Gobierno con el Banco Central y con la Anses es ya de 120.000 millones de dólares. Es la deuda que no se dice y que, posiblemente, nunca se pagará. El supuesto desendeudamiento no comprende a las reservas del Estado ni al dinero de los jubilados.

La ceguera y la obstinación aquejan a las autoridades nacionales y es preocupante su insistencia en negar la realidad y reemplazarla por un relato alienado que a nadie convence, pero que busca disimular la responsabilidad que les cabe por el incesante agravamiento de la situación.

Luego de aislar al país de casi todas las naciones, el kirchnerismo ha procedido a reducirlo. Todo se achica, todo disminuye en la Argentina, menos la inflación. Sólo el diálogo puede rendir frutos.

 

 

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