Los proveedores afirman que no es cierta la “acusación” de que los últimos aumentos fueron provocados por remarcaciones de fabricantes. Y empezaron a aplicar controles y sanciones a las cadenas. Para el Gobierno, estos controles cruzados son lo mejor que puede pasar para controlar la inflación
Pasa en casi todas las guerras: una vez desatada, los contendientes se culpan mutuamente por el inicio. Todos se adjudican la razón.
Esto es, precisamente, lo que está sucediendo en la pelea (económica, por cierto) entre las grandes cadenas de supermercados y sus proveedores. En particular, con las principales industrias alimenticias.
Todo comenzó pocos días antes de las PASO. Los súper denunciaron públicamente haber recibido listas de precios con aumentos promedio del5%.
Lo adjudicaron a la cobertura que suelen hacer sus proveedores ante la suba del dólar, que había pasado de $16,40 a $18 en pocas semanas.
Fue entonces que la industria levantó la voz. No sólo salió al cruce de esa versión sino que, por lo bajo, sus máximos responsables acusaron a las grandes cadenas de sacarse de encima la responsabilidad.
Una responsabilidad que, a su vez, les había trasladado Lilita Carrió, la entonces precandidata que acaba de convalidar su estrellato en la política argentina con un aluvión de votos en la ciudad de Buenos Aires.
“No compren en supermercados, salvo que haya descuentos, porque están poniendo precios que son terriblemente superiores a lo que realmente valen las cosas”, advirtió Lilita.
“Yo no compro más (en supermercados) desde el año pasado… Nos estafana los argentinos. El abuso en los alimentos es enorme”, denunció.
El Gobierno se subió a los dichos de Carrió. A través de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), comenzó a investigar el vínculoentre comerciantes y proveedores, con la intención de citarlos próximamente.
La CNDC sospecha de irregularidades en esa relación. Sobre todo cuando estos últimos son Pymes, que tienen las manos atadas ante las condiciones que les imponen los grandes establecimientos para darles espacio a sus productos en las góndolas.
Los proveedores contraatacan
En medio de la polémica, los proveedores dieron un paso más en la confrontación.
Los más importantes -fábricas de aceites, lácteos y galletitas, por citar sólo algunos de los casos más representativos- enviaron en estos días a inspectores propios para así contar con testimonios directos sobre cuáles son los valores al público de cada uno de sus productos.
Los informes que recibieron de su propia tropa fueron por demás elocuentes: remarcaciones injustificadas que no habían sido impulsadas ellos.
Según pudo saber iProfesional de parte de los fabricantes, esos incrementos han sido detectados en rubros tales como aceites, lácteos, fideos y galletitas.
Incluso, algunos proveedores destacaron que, en las últimas semanas, sus artículos -sobre todo en lácteos- bajaron de precio como lógica reacción a la fuerte caída en ventas de mercadería perecedera.
Algunas industrias líderes empezaron a tomar medidas. Sobre todo aquellas que elaboran productos de diversas calidades o tienen presencia en un amplio abanico de rubros.
Por ejemplo, una alimenticia (de las más grandes en Argentina) emplazó a una de las cadenas a que baje el precio de los fideos de primera marca que le vende bajo advertencia de dejar de entregarle aceite. La relación fluyó.
Distinto es cuando el proveedor no es uno de los gigantes de la industria. A pedido de iProfesional, dos proveedores de los súper listaron algunos de los “abusos” de los que -denuncian- ellos mismos son víctimas.
El más extendido se conoce como “retorno”, que consiste en “notas de débito” que los grandes establecimientos les hacen a quienes los proveen de mercadería.
Apelando a distintos justificativos, les descuentan importantes sumas de dinero del total de la factura.
Las “excusas”, al decir de los fabricantes, van desde descuentos varios por “costos de logística”, “publicidad”, “devoluciones”, “incumplimiento en la entrega”, “crecimiento en volumen de ventas (gracias al supermercado)” hasta “apertura de locales”.
De acuerdo con estimaciones de esos proveedores, los súper les llegan a debitar hasta 30% o 40% del importe de las facturas. Todo depende del tamaño del fabricante y de la cadena. Algunas son más agresivas que otras.
El tema excede el perjuicio que les ocasionan a las Pyme. Un dato: cuando el Gobierno convoca a los supermercados por el tema precios, suelen mostrar las facturas originales, sin dar cuenta de todos los débitos que realizaron.
De este modo, la rentabilidad que obtienen (según las facturas originales) luce pequeña. Distinto sería si se tomara en cuenta los valores reales que finalmente abonan. Es decir, con las rebajan que imponen.
El corazón del negocio
Entre los especialistas del negocio supermercadista suele repetirse un axioma: el margen de ganancia depende tanto de la “rueda financiera” como de la venta en sí de productos.
En promedio, los grandes establecimientos pagan las facturas a un plazo promedio de entre 70 y 90 días.
Esto les permite lograr una ventana muy interesante: “poner a trabajar” los grandes montos que cobran por caja durante el lapso que media entre que venden los productos y pagan a proveedores.
Pero no es el único punto relevante de la “rueda financiera”. La mayoría de las cadenas es, a su vez, dueña de tarjetas de crédito, en asociación con las emisoras (Visa y MasterCard).
A través de ellas, brindan financiamiento sobre las ventas tanto en efectivo como en cuotas.
Para captar al público, los supermercados suelen tentar a sus clientes con rebajas excepcionales sobre algunos artículos, que van desde alimentos y bebidas hasta electrodomésticos.
“El negocio principal de los súper pasa por financiarse con nosotros, los proveedores”, comenta con indignación el representante de una láctea, en diálogo con iProfesional.
“Toman decisiones que nos perjudican, como lo que pasó a comienzos de este mes. Subieron los precios, nos echaron la culpa y, la verdad, es que lo hicieron por su cuenta, al ver que el dólar subía”, completa.
Otro proveedor, uno de los principales fabricantes de artículos de limpieza, expresa: “Muchas veces nosotros avisamos que se viene un ajuste y el supermercado nos pide una prórroga. Nos convence diciendo que lo mejor sería demorarlo por las flojas ventas”.
“En nuestro caso, las dos últimas veces accedimos a ese pedido. ¿Y qué hizo? ¡Aumentó!”, relata el empresario, que pide reserva de identidad.
El Gobierno está feliz
Para el Gobierno, esta tensión -finalmente- juega a favor de su intención (demorada) de domar a la inflación.
A fin de cuentas, para una gestión política de simpatía liberal y que trata de minimizar la regulación, lo mejor sería que los “controles” sobre los diferentes precios los haga el propio mercado, a través de la competencia.
Casi como si las viejas y criticadas “tácticas” de Guillermo Moreno fueran sustituidas por estas estrategias comerciales que surgen de la puja entre supermercados y vendedores.
Algo de eso ya se está comprobando en la práctica: dos de las cadenas más grandes -Walmart y Carrefour- hicieron anuncios de contención de precios para los próximos meses.
En el caso de Carrefour, el compromiso es mantener sin cambios, hasta enero del año que viene, los valores de 1.300 productos con marca propia.
Se trata de artículos elaborados a facon por proveedores que, en su gran mayoría, son Pymes.
Walmart, en tanto, lanzó un “nuevo sistema de precios” (precios imbatibles, promos con determinados combos y ofertas con las marcas propias).
Luciano Cohan, subsecretario de Programación Económica en el Ministerio de Hacienda, da cuenta de la satisfacción oficial ante estas novedades:
“La agresiva campaña de Carrefour puede ser el puntapié de un cambio de régimen de inflación. Si esta baja, las señales de los precios son mucho más fuertes”, afirma.
En su visión, la economía empieza a acomodarse a un nuevo régimen de mayor competencia y menores márgenes.
“La política de precios y cantidades óptima para las empresas irá virando cada vez más hacia precios más bajos y mayores volúmenes”, expresa.
Los súper vienen perdiendo market share en el negocio minorista a manos, vaya paradoja, de las cadenas mayoristas, que han sabido adaptarse a la época de bolsillos flacos.
En este golpe de timón en su estrategia, buscan recuperar el terrenoperdido.
¿Logrará el Gobierno aplacar la guerra y, al mismo tiempo, asegurar que los precios se calmen?
iProfesional consultó a Emanuel Álvarez Agis, ex viceministro de Economía quien, desde ese lugar, fue testigo de las relaciones de fuerza entre los distintos formadores de precios.
“La mejor estrategia es juntar a todos los integrantes de la cadena, a los supermercados y a los proveedores. Es la única manera de estar al tanto de los costos de cada uno y de mediar en las polémicas”, indica.
“Es como cuando hay una negociación paritaria: los acuerdos sirven siempre que la macroeconomía ayude. De lo contrario, esos pactos se quiebran”, concluye Álvarez Agis.
El Gobierno descree de estas intervenciones. Confía en que, más temprano que tarde, el mercado se oriente y encuentre su equilibrio.
A juzgar por las últimas decisiones de Walmart y Carrefour, al Ejecutivo le asiste la razón. Los proveedores, en cambio, reclaman reglas más claras.
FUENTE: IProfesional